Hambrientos en casa
Historias sobre la persecución de estudiantes en la India.
¿Cuántas Biblias tienes? ¿Recuerdas dónde está cada una de ellas?
Quizás una o dos. Es probable que estén en una estantería o al lado de tu cama. Donde puedas encontrarlas fácilmente. No es así en la casa de Chidananda, o en la de Poorani.
Ambos provienen de familias hindúes. Cuando se convirtieron en seguidores de Jesús, tuvieron que esconder su fe. Y sus Biblias.
El tipo de persecución varía según el país, la cultura y el contexto, y para estos dos cristianos en la India, la persecución ocurrió en sus hogares. Lean sus historias a continuación. Oren por ellos. Y alaben a Dios porque estos estudiantes consideraron que valía la pena sufrir por Jesús.
Chidananda; antiguo alumno de UESI India
“Al principio, no hablé de mi fe con mi familia porque tenía miedo. Solía leer la Biblia en casa en secreto y, a veces, iba a la universidad 90 minutos antes para poder leer la Biblia.
Sin embargo, mi tío descubrió mi fe en Jesús y se enfureció. Me obligó a dejar mis estudios y me llevó a casa. Hizo que me pegaran y me ordenó que no fuera a la iglesia o volviera a leer la Biblia. Me afeitó la cabeza y quiso limpiarme de toda impureza religiosa. No intenté vengarme ni pronuncié una sola palabra en contra de él. En silencio, me sometí a él, pues Dios me había preparado con suficiente antelación para esta situación mediante su Palabra.
Dios me habló mediante Romanos 8: 38, 39:
‘Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.’ (NVI)
Este versículo me dio fuerzas. Luego, durante mi tiempo en silencio, Dios me habló mediante 2 Timoteo 1:8 y 3:12:
‘… tú también, con el poder de Dios, debes soportar sufrimientos por el evangelio’. (NVI)
‘Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús…’ (NVI)
¡Es por ello que no creo que estas cosas sucedan sin el conocimiento de Dios!
Empecé a orar por mi situación y nuestros obreros también oraron con fervor por mí. Dios me reafirmó mediante la Biblia. Mi tío cambió en su corazón y dejó que volviera a la universidad.
Estas pruebas me han ayudado a crecer más en mi fe en el Señor. Dios me dio la seguridad de que, un día, mi familia sería transformada. Por favor, oren para que mi familia conozca a mi Jesús”.
Poorani; estudiante de doctorado; UESI India
“Mi padre murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía tres años y mi hermano, dos. Mi madre aceptó a Cristo poco después. Vivíamos con mis abuelos maternos, quienes seguían los rituales y costumbres hindúes con devoción. Sin decírselo a sus padres, mi madre nos llevaba a la iglesia. Aun así, a veces, sus padres le pegaban por hacerlo.
Yo sabía que, como cristianos, no debíamos adorar a otros dioses, pero no era fácil. Cuando mi madre se iba a trabajar, mi hermano y yo quedábamos al cuidado de nuestros abuelos. Solían decirnos que solo podríamos comer si adorábamos a sus ídolos, y marcaban nuestras frentes con el tilaka blanco y rojo. Así, hubo días en los que mi hermano y yo nos pasábamos todo el día hambrientos en casa.
A pesar de que mi madre había estudiado ingeniería, no tenía un trabajo permanente. Sus hermanos tenían buenos puestos en el gobierno, así que sus padres la culpaban, diciendo que la razón por la que no tenía tanto éxito como sus hermanos era porque era cristiana. A nosotros siempre nos comparaban con nuestros primos. Si sacábamos menos nota que ellos en los exámenes, mis abuelos empezaban a comparar nuestro Dios con sus falsos dioses.
No teníamos la libertad de llevar una Biblia a la iglesia o de tener una en casa, donde tampoco podíamos orar o cantar. A veces, orábamos en el cuarto de baño. Si mi abuelo encontraba una Biblia en casa, arrancaba sus páginas inmediatamente y la quemaba.
Cuando estaba en séptimo año, mis abuelos nos echaron de su casa. Todos pensaron que nuestra vida empeoraría, pero, aunque no teníamos a nadie, Dios estaba con nosotros. Ese año tuvimos la libertad de poder tener una Biblia en casa y llevar una Biblia a la iglesia sin tener miedo. También podíamos cantar y orar tanto como quisiéramos en casa.
Mis abuelos aún me comparan con mis primas porque ellas son más jóvenes que yo y ya se han casado. Yo tengo 27 años y aún estoy soltera. Ahora, cuando me encuentro con alguno de mis parientes, ellos siempre hablan de mi futuro matrimonio. Sugieren que debería buscar a un hombre no cristiano y me presionan para que acceda. Y, una vez más, me dicen que la razón por la que no estoy casada es porque somos cristianos. Es un reto muy grande al que nos enfrentamos continuamente. Sin embargo, sabemos que Dios tiene el control y sabe los planes que tiene para nosotros”.
Alaben a Dios por tener una fe tan grande ante una persecución constante. Y únanse a nosotros en oración para que Dios continúe fortaleciendo a su pueblo y haciendo crecer su iglesia en Asia del Sur, a pesar de tanta oposición.
Los diez países que componen la región de IFES de Asia del Sur aparecen en la Lista de Observación Mundial de Puertas Abiertas. En ocho de estos países, el nivel de persecución se considera “muy alto” o “extremo”.
Nuestros hermanos y hermanas en Asia del Sur necesitan nuestras oraciones.